Una escapada al Amazonas
- Por: Kasedna
- 6 may 2017
- 3 Min. de lectura
Amazonas ofrece un sinfín de actividades para convivir con la naturaleza e internarse en la selva. Igualmente facilita compartir y conocer culturas ancestrales como los los Huitotos, Ingas, Tucanos, Ticunas y Nukak. Tiene unos paisajes únicos que combinan con la calidez y sencillez de la gente. Los precios son muy accesibles, así que a empacar un buen repelente ecológico y a dejarse sorprender por la grandeza de la selva colombiana.

Debe su nombre al conquistador Francisco Orellana que por allá en 1500 algo fue atacado por una tribu de mujeres que el describió como las amazonas de la mitología griega. No sé ha podido demostrar la existencia de una tribu de mujeres en esa época, si no hombres de pelo largo que asustaron al español.
Aún así este bautizo el río con el nombre de estas mujeres y posteriormente toda la región recibiría el nombre del río.
Para llegar al Amazonas tomé un vuelo desde Bogotá que me costó 400 mil COP. Puede ser un poco costoso, pero con planeación y antelación se puede conseguir mejores precios. El mío fue más imprevisto, por que unos amigos estadounidenses querían conocer la gran selva colombiana, que dicho sea de paso, yo tampoco conocía.
Llegamos a Leticia, la capital, y tomamos un Tuc Tuc (mototaxi) que nos llevó hasta el hotel, a 10 minutos del aeropuerto. Este nos valió 10 mil COP. Como teníamos pocos días, decidimos empezar nuestras aventuras ese mismo viernes en la tarde.
Leticia fue fundada como puerto fluvial en 1867 cuando aún pertenecía a Perú. Debe su nombre a la esposa del ingeniero Manuel Chatón. Decidimos entonces ir al puerto propiamente dicho, coger una pequeña lancha a motor e ir a ver el atardecer desde el río. Negociamos con el lanchero por 10 mil COP cada uno. Este recorrido fue por lugares cercanos, incluido el hito tripartito con Perú y Brasil. Aunque no hay una delimitación física en el río, cada comunidad sabe cual es su porción y conviven pacíficamente.
El lanchero fue a la vez nuestro guía turístico, y nos ofreció un safari nocturno hasta la 11 pm. Desde una comunidad indígena salimos en un bote de remos, navegando por dentro de la selva a capturar caimanes. Fue algo emocionante y terrorífico por sentirlos entrando al agua.
Al día siguiente tomamos un tour del hotel que nos llevaba hasta Puerto Nariño, el otro municipio de Amazonas (sólo cuenta con dos). En el camino pudimos ver especies endémicas en una comunidad indígena, alimentamos monos en la Isla de los Micos, mientras aprendiamos de las diferentes especies. En Puerto Nariño, conocido como el Pesebre de Colombia, almorzamos y estuvimos un rato en la comunidad.
De regreso por el río Amazonas pudimos ver al famoso delfín rosado, también conocido como boto, bufeo, delfín del Amazonas y tonina. Es el más grande de los delfines de río y ha sido declarado en lista roja, por que no se sabe cuántos hay. Además de estos vimos también delfines grises de agua dulce, que según los lugareños han llegado con los barcos buscando alimento y se han adaptado. También pueden ser hembras o crías de los rosados.

En Colombia se ha vuelto popular su caza, para usarlo de carnada, los cambios en su hábitat y la pesca por accidente los llevan a estar en riesgo. Aunque no es posible entrenarlos en algunos lugares los mantienen en cautiverio.
Tuvimos el placer de ver la victoria regia, también conocida como victoria amazónica, nenúfar o lirio de agua. Es la más grande de las plantas acuáticas, sus hojas verdes pueden alcanzar hasta 1m que flotan sobre tallos de hasta 8m. Dicen que pueden soportar una persona liviana.
De regreso en Leticia, recorrimos la zona que cuenta con varios restaurantes y lugares para tomarse algo, comerse un buen pescado, disfrutar del atardecer.
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